En la práctica, la Gestión Clínica acaba por convertirse en una reducción progresiva del gasto económico por paciente, lo cual se consigue a costa de empeorar la calidad de la atención sanitaria, recortando en personal, medicamentos, derivaciones a especialistas, pruebas diagnósticas… con las funestas consecuencias que todo ello implica sobre la salud de los pacientes.
Básicamente, se traslada a los médicos hacer el “trabajo sucio” de los recortes en Sanidad, compensándolos con un goloso incentivo económico, lo cual hace que
muchos acepten la implantación de este sistema de gestión. Por ese motivo, en general, no van a ser los médicos los que se opongan a este modelo; y, en consecuencia, vamos a tener que ser los usuarios y paganos de los Servicios de Salud, esto es, los castellanomanchegos de a pie, los que peleemos por impedir la implantación de las Unidades de Gestión Clínica en nuestra región.
Apuntó además que la aplicación de los modelos empresariales a la gestión sanitaria se está haciendo con la connivencia de todos los partidos políticos, sin tener en cuenta su color, ideario o programa. En diferentes comunidades los diferentes gobiernos están aplicando las reformas, apoyándose en leyes estatales que ninguno cuestiona, como la Ley 15/1997.
Esto es, ningún partido político nos va a ayudar en esto. Somos los ciudadanos los que tenemos que movilizarnos y actuar directamente en defensa de nuestra salud -y de nuestras vidas-.
Juan Antonio también matizó que lo que se pretende con este modelo no es reducir el coste total del Sistema Sanitario: solamente se ahorra en el concepto de gasto económico por paciente, pero no en otras partidas presupuestarias como la del gasto global en Farmacia o en derivaciones a centros privados, que incluso podrían incrementarse. Esto es, el dinero que se recorte en atención a los pacientes no necesariamente nos lo ahorraremos los restantes castellanomanchegos ni se aprovechará mejor, sino que, muy probablemente, acabará en los bolsillos de los cuatro de siempre.
Finalmente resaltó la casi nula atención de los gobiernos a los determinantes de la salud: la contaminación, los químicos que ingerimos o respiramos cada día, la pobreza, la precariedad, el estrés… factores estos sobre los que no se actúa ni se destinan apenas recursos económicos, y que sin embargo, junto a nuestra biología, son la causa de la muerte anticipada de 9 de cada 10 personas.
Esto es, se destina dinero y recursos -cada vez menos- a paliar la enfermedad una vez esta aparece, pero no se destina ni dinero ni recursos a evitar la aparición de la enfermedad. Más bien hacen todo lo contrario: los gobiernos contribuyen -y mucho- a empeorar el medio ambiente y la calidad de vida de las personas.
En la segunda charla, Roberto Colino, que se autodefine como un “médico de pueblo” de los de antes, habló de una de las consecuencias de la mercantilización de la Sanidad: la aplicación de forma masiva de pruebas, tratamientos o medicamentos que no sólo no mejoran la salud de las personas, sino que incluso son perjudiciales -algunos mortales-, pero que a cambio dejan importantes beneficios económicos a la industria hospitalaria y farmacéutica privada. Por ejemplo, algunas vacunas (papiloma o gripe), los tratamientos contra el «colesterol malo», las mastectomías e irradiaciones preventivas a mujeres sanas… incluso la invención de enfermedades inexistentes para recetar fármacos a personas que no los necesitan, como la hiperactividad: ni los niños son respetados.
Finalmente destacó la falta de cohesión como primera causa de la escasez de respuesta de la sociedad: hemos perdido la conciencia de grupo, de comunidad, lo cual hace que seamos incapaces de unirnos para responder con fuerza suficiente ante esta agresión que todos estamos sufriendo.
Tras varias intervenciones de los asistentes, los ponentes concluyeron el acto haciendo un llamamiento para que demos la máxima difusión al conocimiento de lo que son las Unidades de Gestión Clínica y nos organicemos para impedir su implantación en Castilla-La Mancha.